Deja de Preocuparte El PODER de Confiar en DIOS 🧠🔥 Brian Tracy

De FSF
Deja de Preocuparte El PODER de Confiar en DIOS 🧠🔥 - Brian Tracy

▶️ 📹 🖥️ VIDEOSYouTube ⏯️ ☁️ 🎤 🌍 Deja de Preocuparte El PODER de Confiar en DIOS 🧠🔥 - Brian Tracy

DESC

¿Y si el peso que sientes en el pecho no viene de tus problemas… sino de tu necesidad de controlarlo todo?

Este video, inspirado en las enseñanzas de Brian Tracy, es un grito silencioso que todos necesitamos escuchar: no puedes hacerlo todo solo. Y no tienes por qué.

Durante años hemos sido programados para preocuparnos, para anticipar el desastre, para vivir tensos como si todo dependiera de nosotros. Pero esa carga no es tuya. La verdadera fortaleza no está en controlar, sino en soltar. En confiar.

Cuando entregas lo que no puedes controlar a Dios, accedes a una paz que no tiene lógica, pero lo cambia todo. Tomas mejores decisiones. Respiras diferente. Amas desde la abundancia. Y, sobre todo, vuelves a ti.

Este video no es una prédica, es un llamado. A confiar aunque tengas miedo. A soltar aunque no veas claro. A dejar de preocuparte… porque ya no estás solo. 📚 Este video está inspirado en la obra de Brian Tracy, experto en desarrollo personal y liderazgo. Todo el contenido fue creado con fines educativos y motivacionales, respetando los principios del uso justo.

RESUMEN

🤖 - Monica - Aquí tienes un resumen del texto:
El autor, Brian Tracy, aborda la idea de que muchas personas luchan contra circunstancias externas en lugar de enfrentar su verdadero desafío interno. La preocupación es vista como una falta de confianza en el poder de Dios, y el autor enfatiza que la verdadera batalla se libra dentro de nosotros mismos.

Puntos Clave

Responsabilidad Personal: La mayoría de las preocupaciones son sobre cosas fuera de nuestro control. Enfocarse en lo que sí podemos controlar es esencial para el bienestar emocional.

Vivir en el Presente: La preocupación reside en el futuro, mientras que el presente es donde realmente podemos actuar. Aprender a estar presente puede liberar de la ansiedad.

Confianza en Dios: La confianza no es pasividad, sino alinearse con un poder superior y actuar desde una fortaleza interna. Esto implica soltar el control sobre lo que no podemos manejar.

Cambio de Creencias: Las creencias limitantes pueden ser reemplazadas por creencias empoderadoras. La interpretación de los fracasos y desafíos influye en cómo respondemos a ellos.

Vulnerabilidad y Conexiones: Ser vulnerable es un acto de fortaleza que permite conexiones más profundas con otros y con Dios.

Práctica Diaria: Desarrollar hábitos de gratitud y reflexión, así como una práctica de quietud, ayuda a cultivar la confianza y la paz interior.

Impacto en Relaciones: La transformación personal no solo mejora nuestra vida, sino que también influye positivamente en las personas a nuestro alrededor.

Decisión Continua: La transformación es un proceso continuo que requiere decisiones diarias para elegir la confianza sobre la preocupación.

Conclusión
El texto invita a las personas a tomar decisiones conscientes para confiar en Dios y vivir desde su identidad más elevada, en lugar de ser arrastrados por la ansiedad y el miedo. La vida plena y significativa está disponible para aquellos dispuestos a hacer el trabajo interno necesario.

TEXTO

Hoy voy a decirte algo que tal vez no quieras escuchar, pero que necesitas escuchar. Tu vida no está funcionando porque has estado peleando la batalla equivocada. Has estado luchando contra circunstancias externas, contra otras personas, contra la economía, contra el gobierno, contra tu jefe, contra tu pareja, cuando la verdadera batalla se libra en tu interior. Y mientras sigas mirando hacia afuera buscando culpables, seguirás siendo víctima de fuerzas que no puedes controlar. Pero cuando aprendas a mirar hacia adentro y confiar en el poder que Dios ha puesto dentro de ti, todo cambia. Yo, Brian Tracy, déjame contarte lo que vi la semana pasada. Un hombre de 42 años, ejecutivo exitoso, casa hermosa, auto del año, pero estaba sentado en mi oficina llorando como un niño. Brian me dijo, "Tengo todo lo que pensé que me haría feliz, pero me despierto cada mañana con una sensación de vacío que me carcome por dentro. Me preocupo por todo, por mi trabajo, por mi matrimonio, por mis hijos, por el futuro, por el dinero. No puedo parar mi mente, no puedo relajarme, me siento como si estuviera cargando el peso del mundo en mis hombros. Y yo le dije exactamente lo mismo que te voy a decir a ti hoy. Tu problema no es lo que está pasando en tu vida. Tu problema es que has olvidado quién eres realmente y en qué poder puedes confiar. Escucha esto con mucha atención porque va a cambiar tu perspectiva para siempre. La preocupación no es más que desconfianza disfrazada de responsabilidad. Cuando te preocupas, no estás siendo responsable, estás siendo arrogante. Estás diciendo que tu capacidad de controlar el futuro es más grande que el poder de Dios para cuidar de ti. ¿Estás diciendo que tu inteligencia limitada puede prever y resolver problemas mejor que la sabiduría infinita del creador del universo. Y esa actitud no solo es incorrecta, es destructiva para tu paz mental, tu salud física y tus relaciones más importantes. Pero aquí está la verdad que cambiará tu vida si la aplicas. Cuando aprendes a confiar verdaderamente en Dios, no se trata de volverse pasivo o irresponsable. Se trata de alinearte con el poder más grande que existe para que puedas actuar desde un lugar de fortaleza interior en lugar de desesperación. Se trata de entender que tu trabajo es hacer tu mejor esfuerzo con disciplina y enfoque y el trabajo de Dios es encargarse de los resultados que están fuera de tu control. Ahora, déjame ser muy claro contigo. Si sigues viviendo de la manera que has estado viviendo, preocupándote por todo, tratando de controlar cada resultado, cargando ansiedades que no te corresponden, aquí está lo que va a pasar. Tu salud se va a deteriorar, tus relaciones se van a volver tensas y superficiales. Vas a perder oportunidades importantes porque estarás demasiado ocupado, preocupándote para actuar con decisión y vas a llegar al final de tu vida sintiéndote exhausto y vacío, preguntándote por qué nunca pudiste experimentar la paz que tanto buscabas. Y aquí está lo peor de todo. Vas a transmitir esa ansiedad y esa desconfianza a las personas que más amas. Tus hijos van a aprender que la vida es algo de lo que hay que preocuparse constantemente. Tu pareja va a sentir tu tensión y va a empezar a alejarse emocionalmente. Tus amigos van a evitar pasar tiempo contigo porque tu energía va a ser agotadora. Vas a convertirte en una persona que drena la energía de otros en lugar de ser una fuente de fortaleza y tranquilidad. Pero si decides cambiar hoy, si decides aprender a confiar verdaderamente en Dios y desarrollar la disciplina emocional que esto requiere, tu vida se va a transformar de maneras que ni siquiera puedes imaginar. Vas a experimentar una paz que sobrepasa todo entendimiento. Vas a tomar mejores decisiones porque no estarás actuando desde el miedo. Vas a traer mejores oportunidades porque tu energía va a ser magnética en lugar de repulsiva y vas a convertirte en una fuente de fortaleza para otros. Entonces, ¿cómo haces esto prácticamente? ¿Cómo dejas de preocuparte y empiezas a confiar verdaderamente? Primero, tienes que entender que confiar en Dios no significa que te sientes a esperar que los milagros caigan del cielo. Significa que alíneas tus acciones con principios eternos y confías en que cuando haces tu parte, Dios hará la suya. El primer principio es el principio de la responsabilidad personal. Pregúntate ahora mismo, ¿de cuántas de tus preocupaciones actuales tienes control directo? Si eres honesto, probablemente del 20% o menos, el otro 80% son cosas que están completamente fuera de tu control. Y aquí está la paradoja. Mientras más tiempo gastas preocupándote por el 80% que no puedes controlar, menos efectivo eres con el 20% que sí puedes controlar. Yo aprendí esto de la manera difícil. Hace años, cuando estaba construyendo mi negocio, me preocupaba constantemente por la competencia, por los cambios en el mercado, por las decisiones del gobierno, por la economía. Pasaba horas cada día consumiendo noticias, analizando tendencias, tratando de predecir el futuro. ¿Y sabes qué pasó? Mi negocio casi quiebra. No porque el mercado fuera malo, sino porque estaba gastando mi energía mental en cosas que no podía controlar. En lugar de enfocarme en las cosas que sí podía controlar, mejorar mis productos, servir mejor a mis clientes, desarrollar a mi equipo, perfeccionar mis sistemas, fue cuando decidí confiar en Dios para las cosas grandes y enfocarme en mis responsabilidades diarias que todo cambió. Mi negocio empezó a crecer, mis relaciones mejoraron y por primera vez en años pude dormir en paz porque había entendido algo fundamental. Dios no me llamó a controlar el universo, me llamó a ser excelente en las cosas que puso directamente bajo mi responsabilidad. El segundo principio es el principio del presente eterno. La preocupación siempre vive en el futuro, siempre. Nunca te preocupas por lo que está pasando exactamente ahora. Te preocupas por lo que podría pasar mañana, la próxima semana, el próximo año. Pero aquí está la verdad. El futuro no existe, solo existe este momento. Y en este momento, exactamente ahora, ¿rees algún problema? No lo que podría pasar, sino lo que está pasando ahora mismo. Cuando aprendes a vivir en el presente, conectado con Dios en este momento, la preocupación pierde su poder sobre ti, porque la preocupación necesita que tu mente esté en el futuro para sobrevivir. Cuando traes tu mente al presente y la conectas con la presencia de Dios aquí y ahora, experimentas lo que Jesús llamó la paz que sobrepasa todo entendimiento. Pero esto requiere disciplina, requiere práctica diaria, requiere que entrenes tu mente como entrenarías tu cuerpo. Y aquí es donde la mayoría de la gente falla. Quieren la paz, pero no quieren hacer el trabajo interno que la paz requiere. Quieren confiar en Dios, pero no quieren desarrollar los hábitos mentales y emocionales que hacen posible esa confianza. Déjame darte una técnica específica que puedes empezar a usar hoy mismo. Cada vez que te encuentres preocupándote por algo, hazte estas tres preguntas. Primera, ¿tengo control directo sobre este resultado? Si la respuesta es sí, entonces deja de preocuparte y toma acción. Si la respuesta es no, pasa a la segunda pregunta. Segunda, ¿puedo influir en este resultado de alguna manera? Si la respuesta es sí, entonces enfócate en lo que puedes hacer para influir positivamente y suelta lo que no puedes controlar. Si la respuesta es no, pasa a la tercera pregunta. Tercera, confío en que Dios puede manejar esto mejor que yo si la respuesta es sí, entonces conscientemente entrega esta preocupación a Dios y redirige tu energía mental a algo productivo. Esta técnica parece simple, pero es profundamente poderosa, porque te obliga a discriminar entre lo que es tuyo y lo que es de Dios. Te obliga a actuar donde puedes actuar y confiar donde necesitas confiar. Y con el tiempo desarrollas una nueva respuesta emocional a los desafíos de la vida. En lugar de preocupación automática, desarrollas evaluación inteligente seguida de acción apropiada o confianza consciente. Pero aquí está lo que nadie te dice sobre confiar en Dios. No es un sentimiento, es una decisión. No esperes a sentirte confiado para empezar a confiar. Confía como un acto de voluntad y los sentimientos seguirán. Confía porque es la respuesta más inteligente a la incertidumbre, no porque sea fácil o natural. Yo he estado en situaciones donde cada instinto en mi cuerpo me gritaba que me preocupara. Negocios al borde de la quiebra. relaciones en crisis, problemas de salud que amenazaban mi futuro. Y en esos momentos confiar en Dios no se sentía natural. Se sentía como saltar de un avión sin paracaídas. Pero cada vez que tomé esa decisión de confiar, a pesar de mis sentimientos, los resultados fueron mejores de lo que podría haber imaginado. Y aquí está por qué. Cuando confías verdaderamente, tu mente se calma. Cuando tu mente se calma, puedes pensar con más claridad. Cuando piensas con más claridad, tomas mejores decisiones. Cuando tomas mejores decisiones, obtienes mejores resultados. Y cuando obtienes mejores resultados, tu fe se fortalece para la próxima vez que necesites confiar. Es un ciclo virtuoso que se fortalece con cada uso, pero también funciona en reversa. Cuando te preocupas, tu mente se agita. Cuando tu mente se agita, tu juicio se nubla. Cuando tu juicio se nubla, tomas decisiones pobres. Cuando tomas decisiones pobres, obtienes resultados pobres. Y cuando obtienes resultados pobres, tu tendencia a preocuparte se fortalece. Por eso es tan importante romper el ciclo de la preocupación ahora, hoy, en este momento, porque cada día que lo pospones se vuelve más fuerte y más arraigado en tu sistema nervioso. Ahora quiero que entiendas algo muy importante sobre la naturaleza del deseo humano. Todos tenemos deseos profundos. deseo de seguridad, de significado, de conexión, de crecimiento, de contribución. Estos deseos son dados por Dios y son buenos. El problema no es tener estos deseos. El problema es buscar satisfacerlos en lugares equivocados o de maneras que van en contra de los principios de Dios. Cuando buscas seguridad tratando de controlar cada variable en tu vida, tu deseo de seguridad se vuelve destructivo. Te vuelves ansioso, controlador, agotador para ti mismo y para otros. Pero cuando buscas seguridad desarrollando una relación profunda con Dios y alineando tus acciones con sus principios, ese mismo deseo se vuelve una fuerza de crecimiento y estabilidad. Cuando buscas significado tratando de impresionar a otros o acumular logros externos, tu deseo de significado se vuelve destructivo. Te vuelves competitivo de manera tóxica, inseguro, dependiente de la validación externa. Pero cuando buscas significado sirviendo a propósitos más grandes que ti mismo y usando tus talentos para contribuir al bien común, ese mismo deseo se vuelve una fuerza de realización y alegría profunda. La clave está en entender que Dios plantó estos deseos en tu corazón para guiarte hacia tu destino más elevado, no para torturarte. Pero necesitas disciplina para dirigir estos deseos hacia canales constructivos en lugar de permitir que te consuman de maneras destructivas. Y aquí es donde entra el autocontrol. El autocontrol no es reprimir tus deseos, es dirigirlos inteligentemente. Es como ser el director de una orquesta en lugar de ser arrollado por el ruido caótico de instrumentos descoordinados. Cada deseo tiene su lugar y su tiempo, pero necesitas ser tú quien dirija la sinfonía de tu vida interior. Pregúntate ahora mismo, ¿cuántos años de tu vida has perdido persiguiendo deseos de maneras que te alejaron de lo que realmente querías? ¿Cuántas veces has buscado paz en lugares que solo te dieron más agitación? ¿Cuántas veces has buscado amor de maneras que te hicieron sentir más solo? ¿Cuántas veces has buscado éxito de maneras que te hicieron sentir más vacío? Esta no es una pregunta para hacerte sentir mal, es una pregunta para hacerte despertar. Porque hasta que no reconozcas honestamente los patrones destructivos en tu vida, no puedes cambiarlos y hasta que no los cambies, seguirás obteniendo los mismos resultados que has estado obteniendo. La buena noticia es que puedes cambiar estos patrones ahora mismo. No necesitas esperar hasta el lunes, hasta el próximo mes, hasta el próximo año. Puedes empezar ahora mismo con la próxima decisión que tomes, porque cada decisión es una oportunidad de alinear tu vida con los principios de Dios o alejte de ellos. Pero déjame advertirte, cambiar estos patrones no va a ser fácil. Van a surgir viejas emociones. Tu mente va a resistirse. Las personas en tu vida que se han acostumbrado al viejo tú, van a tratar de jalarte de regreso a los patrones familiares. Va a haber momentos en los que vas a querer rendirte y volver a tus viejas maneras de hacer las cosas. Es en esos momentos cuando necesitas recordar por qué empezaste este proceso. Necesitas recordar la visión de la persona que puedes llegar a ser. Necesitas recordar la paz que puedes experimentar. Necesitas recordar las relaciones que puedes construir. Necesitas recordar el impacto que puedes tener en el mundo cuando vives desde un lugar de confianza en lugar de preocupación. Y necesitas recordar que cada vez que eliges confiar en lugar de preocuparte, no solo te estás ayudando a ti mismo. Estás creando un ejemplo para tus hijos, para tu pareja, para tus amigos, para tus colegas. Estás demostrando que es posible vivir de manera diferente en un mundo lleno de ansiedad y miedo. Hay una historia que me gusta contar sobre dos hombres que caminaban por un sendero en las montañas. De repente se encontraron con un oso gigante. Uno de los hombres inmediatamente se quitó las botas y se puso zapatos para correr. El otro hombre le dijo, "¿Estás loco? No puedes correr más rápido que un oso. Y el primer hombre respondió, no necesito correr más rápido que el oso. Solo necesito correr más rápido que tú. Esa historia siempre me hace reír, pero también ilustra un punto importante sobre cómo la mayoría de la gente vive. Están tan ocupados comparándose con otros, compitiendo con otros, preocupándose por lo que otros piensan, que pierden de vista la única comparación que realmente importa, la comparación entre quiénes son hoy y quiénes podrían llegar a ser. Cuando aprendes a confiar en Dios, dejas de competir con otros y empiezas a colaborar con tu propio potencial. dejas de preocuparte por estar adelante de otros y empiezas a enfocarte en estar alineado con tu propósito. Dejas de medir tu valor por logros externos y empiezas a encontrar tu identidad en tu relación con tu creador. Y esto cambia todo. Cambia cómo trabajas, porque ya no trabajas desde desesperación, sino desde propósito. Cambia cómo amas, porque ya no amas desde necesidad, sino desde abundancia. Cambia cómo enfrentas desafíos, porque ya no los enfrentas desde miedo, sino desde confianza en que hay un plan más grande en desarrollo. Pero aquí está lo que necesitas entender. Confiar en Dios no significa que todo va a salir exactamente como tú lo planeas, significa que todo va a salir exactamente como debe salir para tu crecimiento y para el cumplimiento de tu propósito más elevado. Y a veces eso incluye experiencias difíciles, pérdidas dolorosas, desafíos que ponen a prueba tu fe hasta el límite. Yo he pasado por épocas donde confiar en Dios se sentía como confiar en que el agua me sostendría mientras me hundía. He perdido negocios que pensé que eran mi futuro. He perdido relaciones que pensé que durarían para siempre. He enfrentado problemas de salud que amenazaron no solo mi carrera, sino mi vida. Y en cada una de esas situaciones tuve que decidir, ¿voy a confiar en mi capacidad limitada de entender lo que está pasando? ¿O voy a confiar en que Dios ve algo que yo no puedo ver? Cada vez que elegí confiar, incluso cuando no entendía, eventualmente pude ver cómo esas experiencias difíciles me llevaron a lugares mejores de los que habría llegado siguiendo mi propio plan. Negocios que perdí me liberaron para crear negocios mejores. Relaciones que terminaron me enseñaron lecciones que me prepararon para relaciones más profundas y auténticas. Problemas de salud me obligaron a cambiar hábitos que me dieron más energía y vitalidad de la que había tenido en años. Pero no pude ver esos beneficios en el momento. En el momento solo pude decidir confiar o preocuparme. Y cada vez que elegí confiar, aunque fuera con lágrimas en los ojos y miedo en el corazón, esa decisión me fortaleció para las pruebas futuras. Quiero que entiendas esto. La confianza no es la ausencia de miedo, es la decisión de actuar a pesar del miedo. La confianza no es la certeza de que todo saldrá bien según tus planes. Es la certeza de que puedes manejar cualquier cosa que venga con la ayuda de Dios. La confianza no es ingenuidad, es sabiduría aplicada bajo presión. Y desarrollar esa confianza requiere práctica diaria, requiere que cada día tomes pequeñas decisiones que fortalezcan tu músculo de la fe en lugar de tu músculo de la preocupación. requiere que cada día busques evidencia de la bondad de Dios en lugar de evidencia de por qué deberías estar preocupado. Déjame darte un ejercicio práctico que puedes empezar hoy mismo. Cada noche, antes de dormirte, escribe tres cosas específicas por las que puedes agradecer a Dios de ese día. No cosas generales como mi familia o mi salud, cosas específicas como la conversación que tuve con mi hijo en el desayuno, la oportunidad que se presentó en el trabajo, la sensación del sol en mi cara durante mi caminata. Este ejercicio simple pero poderoso reprograma tu mente para buscar evidencia de la bondad de Dios. En lugar de buscar evidencia de por qué deberías estar preocupado. Porque tu mente siempre encuentra lo que está buscando. Si buscas razones para preocuparte, las vas a encontrar. Si buscas razones para agradecer, también las vas a encontrar. Y aquí está lo poderoso. Mientras más practiques buscar razones para agradecer, más natural se vuelve confiar, porque empiezas a ver un patrón de cuidado y provisión en tu vida que tal vez no habías notado antes. Empiezas a recordar todas las veces que las cosas salieron mejor de lo que esperabas. Empiezas a recordar todas las veces que encontraste fuerzas que no sabías que tenías. empiezas a recordar todas las veces que se abrieron puertas justo cuando las necesitabas. Pero también quiero hablarte sobre el poder de la vulnerabilidad en el proceso de aprender a confiar en Dios. Muchas personas confunden vulnerabilidad con debilidad, pero son opuestos. La debilidad es pretender que tienes todo bajo control cuando claramente no es así. La vulnerabilidad es admitir honestamente tus limitaciones y buscar ayuda de fuentes más poderosas que tú. Cuando eres vulnerable con Dios, cuando admites que no tienes todas las respuestas, cuando reconoces que necesitas su sabiduría y su fuerza, creas espacio para que su poder fluya a través de tu vida. Pero cuando pretendes que puedes manejarlo todo, solo, bloqueas el flujo de esa ayuda divina. Y lo mismo pasa en tus relaciones humanas. Cuando eres vulnerable de manera apropiada, cuando compartes tus luchas reales y tus necesidades auténticas, creas conexiones más profundas y significativas. Pero cuando vives detrás de una máscara de perfección, mantienes a otros a distancia y te privas del apoyo y el amor que necesitas. La vulnerabilidad requiere coraje, requiere que enfrentes la posibilidad de ser rechazado o juzgado. Requiere que sueltes la necesidad de impresionar a otros y abraces la oportunidad de conectar genuinamente. Pero ese coraje es recompensado con relaciones más auténticas, con una sensación más profunda de pertenencia y con la experiencia de ser amado, no por tu perfección, sino por tu humanidad. Ahora quiero hablarte sobre algo que he observado en miles de personas a lo largo de mis años como consejero y entrenador. La diferencia entre personas que prosperan bajo presión y personas que se desmoronan bajo presión no está en sus circunstancias externas, está en sus sistemas de creencias internos. Las personas que prosperan bajo presión tienen sistemas de creencias que les permiten ver desafíos como oportunidades de crecimiento. Ven fracasos como información valiosa. Ven críticas como retroalimentación útil. Ven obstáculos como invitaciones a desarrollar nuevas habilidades. Y más importante, ven a Dios como un aliado poderoso en cada situación, no como un juez distante que está esperando que fallen. Las personas que se desmoronan bajo presión tienen sistemas de creencias que los llevan a interpretar desafíos como amenazas personales. Ven fracasos como confirmación de su inadecua. Ven críticas como ataques a su valor como personas. Ven obstáculos como evidencia de que la vida es injusta. y ven a Dios como ausente, indiferente o activamente hostil hacia sus aspiraciones. La diferencia no está en lo que les pasa, la diferencia está en cómo interpretan lo que les pasa. Y esas interpretaciones están basadas en creencias profundas que fueron formadas a lo largo de años, muchas veces en la infancia, por experiencias, mensajes y modelos que recibieron. Pero aquí está la buena noticia. Puedes cambiar tus sistemas de creencias, puedes reprogramar tu manera de interpretar los eventos en tu vida. Puedes desarrollar nuevas respuestas emocionales a situaciones que antes te abrumaban, pero requiere trabajo intencional y consistente. Requiere que examines honestamente las creencias que has estado operando y que te preguntes, ¿estas creencias me están sirviendo? ¿Me están acercando a la persona que quiero ser y la vida que quiero vivir? ¿O me están limitando y causando sufrimiento innecesario? Y si encuentras creencias que te están limitando, necesitas reemplazarlas con creencias más empoderadoras y más alineadas con la verdad de quién eres en los ojos de Dios. Necesitas buscar evidencia que apoye estas nuevas creencias y actuar de maneras consistentes con ellas hasta que se vuelvan automáticas. Por ejemplo, si has estado operando desde la creencia de que tengo que hacer todo perfecto para ser valioso, necesitas reemplazar esa creencia con soy valioso porque soy hijo de Dios y puedo crecer a través de mis errores. Si has estado operando desde la creencia de que si no controlo todo, algo terrible va a pasar, necesitas reemplazar esa creencia con puedo hacer mi mejor esfuerzo y confiar en que Dios se encarga del resto. Este proceso de cambiar sistemas de creencias no pasa de la noche a la mañana. Tu mente va a resistirse, va a tratar de jalarte de regreso a los patrones familiares, va a buscar evidencia que apoye las viejas creencias e ignorar evidencia que apoye las nuevas. Por eso, necesita ser intencional y consistente en alimentar las nuevas creencias y debilitar las viejas. Una técnica poderosa para hacer esto es lo que yo llamo reeditar tu historia personal. En lugar de contar las historias de tu pasado de maneras que te victimizan o te limitan, empieza a contarlas de maneras que te empoderen y te inspiren. En lugar de decir, "Fracasé en ese negocio, di, aprendí lecciones valiosas que me prepararon para futuros éxitos. En lugar de decir, esa relación fue un desastre, di, esa experiencia me enseñó lo que realmente valoro en una pareja. No estoy hablando de negar la realidad o minimizar el dolor que has experimentado. Estoy hablando de elegir interpretaciones de tu historia que te den poder en lugar de quitártelo. Estoy hablando de buscar el propósito y el crecimiento en experiencias difíciles, en lugar de quedarte atrapado en el resentimiento y la autocompasión. Porque aquí está la verdad. Tu pasado no determina tu futuro, a menos que tú permitas que lo haga. Los errores que has cometido no definen quién eres a menos que tú permitas que lo hagan. Las heridas que has recibido no dictan lo que puedes lograr a menos que tú permitas que lo haga. Cada día es una nueva oportunidad de escribir un nuevo capítulo en la historia de tu vida. Cada momento es una nueva oportunidad de elegir respuestas que te acerquen a tu potencial más elevado. Cada interacción es una nueva oportunidad de expresar lo mejor de ti mismo en lugar de reaccionar desde tus heridas y tus miedos. Pero para aprovechar estas oportunidades, necesitas desarrollar lo que yo llamo conciencia momento a momento. Necesitas aprender a estar presente a lo que está pasando en tu mundo interior y en tu mundo exterior sin ser arrollado por ello. Necesitas desarrollar la capacidad de observar tus pensamientos, tus emociones y tus impulsos sin ser controlado por ellos. Esta es una habilidad que muy pocas personas desarrollan, pero es absolutamente esencial para vivir una vida de propósito y paz. La mayoría de las personas viven en piloto automático reaccionando inconscientemente a eventos externos basados en patrones programados desde hace años. Pero cuando desarrollas conciencia momento a momento, puedes elegir tus respuestas conscientemente en lugar de simplemente reaccionar automáticamente. Y aquí es donde la oración y la meditación se vuelven herramientas prácticas poderosas, no solo prácticas religiosas. Cuando pasas tiempo en silencio con Dios regularmente, desarrollas la capacidad de observar tu mundo interior con más claridad. Desarrollas la capacidad de discernir entre pensamientos que vienen de tu sabiduría más elevada y pensamientos que vienen de tus miedos y tus inseguridades. Desarrollas la capacidad de sentir la diferencia entre estar alineado con tu propósito y estar actuando desde ego o desesperación. desarrolla sensibilidad a la guía del Espíritu Santo, que está siempre disponible, pero a menudo es ahogada por el ruido de una mente agitada y preocupada. Muchas personas evitan la quietud porque tienen miedo de lo que van a encontrar ahí. Tienen miedo de enfrentar pensamientos y emociones que han estado evitando. Tienen miedo del silencio porque están acostumbrados al ruido constante de la distracción. Pero es precisamente en la quietud donde encuentras las respuestas que has estado buscando en lugares externos. Es en la quietud donde puedes escuchar la voz de Dios por encima del ruido de tus preocupaciones. Es en la quietud donde puedes conectar con la paz que ya existe dentro de ti. Es en la quietud donde puedes acceder a la sabiduría y la fuerza que necesitas para enfrentar cualquier desafío. Pero desarrollar una práctica de quietud requiere disciplina. requiere que hagas espacio en tu horario para algo que al principio puede sentirse improductivo. Requiere que resistas la tentación de llenar cada momento con actividad, información o entretenimiento. Requiere que valores tu crecimiento interior tanto como valoras tus logros externos. Yo he encontrado que las personas más exitosas y más en paz que conozco tienen alguna forma de práctica contemplativa regular. Pueden llamarla oración, meditación, reflexión o simplemente tiempo de silencio, pero consistentemente crean espacio para conectar con algo más grande que sus preocupaciones inmediatas. Y no estoy hablando de horas cada día. Estoy hablando de empezar con 10 o 15 minutos cada mañana, tiempo que pasas en silencio, conectando con Dios, estableciendo tu intención para el día, recordándote a ti mismo quién eres realmente y qué es lo que más importa. Durante este tiempo puedes hablar con Dios sobre tus preocupaciones, pero no para darle instrucciones sobre cómo resolver tus problemas. Para entregarle tus ansiedades y pedirle sabiduría sobre cómo responder a tus desafíos. Puedes pedirle que te muestre oportunidades que tal vez no has visto. Puedes pedirle que te dé la fuerza y la paz que necesitas para enfrentar el día con confianza. Y puedes pasar tiempo simplemente apreciando su presencia, agradeciendo por las bendiciones en tu vida y recordándote a ti mismo que no estás navegando la vida solo, que hay un poder infinito disponible para ayudarte, guiarte y sostenerte a través de cualquier cosa que puedas enfrentar. Esta práctica simple pero poderosa puede transformar completamente cómo experimentas tu día. En lugar de empezar cada día con ansiedad sobre todo lo que tienes que hacer y todo lo que podría salir mal, empiezas con una sensación de conexión y propósito. En lugar de sentirte abrumado por tus responsabilidades, te sientes fortalecido por la certeza de que tienes acceso a recursos más allá de tu capacidad humana limitada. Pero déjame ser muy claro contigo, esta transformación no va a pasar instantáneamente. Tu mente ha estado entrenada durante años, tal vez décadas, para operar desde preocupación y control. Cambiar estos patrones profundos requiere paciencia contigo mismo y persistencia en aplicar nuevas prácticas, incluso cuando no veas resultados inmediatos. Habrá días cuando te despiertes y tu primer pensamiento sea una preocupación. Habrá situaciones donde tu impulso automático sea tratar de controlar todo. Habrá momentos cuando confiar en Dios se sienta imposible porque el miedo será tan fuerte que nublará tu perspectiva. En esos momentos no te condenes por tener estas reacciones. Reconócelas como oportunidades para practicar nuevas respuestas. Pregúntate en esos momentos, ¿qué haría alguien que confía verdaderamente en Dios en esta situación? ¿Cómo respondería a alguien que cree que es amado incondicionalmente y que tiene acceso a sabiduría infinita? ¿Qué decisión tomaría alguien que está seguro de que su vida tiene propósito y significado, incluso cuando no puede ver el panorama completo? Y entonces, aunque no te sientas como esa persona todavía, actúa como esa persona. Toma la decisión que esa persona tomaría. Responde de la manera que esa persona respondería, porque aquí está algo poderoso. No tienes que sentirte diferente para actuar diferente. De hecho, muchas veces es al revés. Actúas diferente primero y los sentimientos siguen después. Esto es lo que yo llamo fe en acción. Es decidir confiar en Dios no porque te sientes confiado, sino porque sabes que confiar es la respuesta más inteligente y más alineada con la verdad, independientemente de lo que sientes en el momento. Y cada vez que haces esto, cada vez que eliges la confianza sobre la preocupación, a pesar de tus sentimientos, fortaleces tu capacidad de hacerlo la próxima vez. Es como ir al gimnasio. Al principio, levantar incluso pesas ligeras se siente difícil, pero con práctica consistente, lo que antes era difícil se vuelve fácil y puedes manejar cargas más pesadas con más gracia. Lo mismo pasa con la confianza. Al principio, confiar en situaciones pequeñas se siente arriesgado, pero mientras más practiques, más fácil se vuelve confiar en situaciones más grandes y más desafiantes. Desarrollas lo que yo llamo músculos de fe, que te permiten mantener la paz bajo presión y tomar decisiones sabias, incluso en medio de la incertidumbre. Ahora quiero hablarte sobre algo que muchas personas no entienden sobre el proceso de transformación personal, el papel del fracaso en el crecimiento. Nuestra cultura nos ha enseñado a ver el fracaso como algo que hay que evitar a toda costa, pero aquí está la verdad. El fracaso es uno de los maestros más poderosos que tenemos si sabemos cómo aprender de él. Cuando fracas en algo, cuando cometes errores, cuando las cosas no salen como planeaste, tienes una oportunidad única de desarrollar humildad, resilencia y sabiduría. Tienes la oportunidad de confrontar tus limitaciones y buscar fuentes de fuerza más allá de ti mismo. Tienes la oportunidad de refinar tu enfoque y desarrollar nuevas habilidades. Pero la mayoría de las personas desperdician estas oportunidades porque interpretan el fracaso como evidencia de su inadecua en lugar de como información valiosa para su crecimiento. se quedan atrapados en vergüenza, autocompasión y resentimiento en lugar de extraer las lecciones que les permitirían tener más éxito en el futuro. Y aquí es donde confiar en Dios se vuelve prácticamente poderoso. Cuando confías en que Dios puede usar incluso tus errores para tu bien, puedes enfrentar el fracaso con curiosidad en lugar de desesperación. Puedes preguntar, ¿qué está tratando de enseñarme esta experiencia? ¿Cómo puede esto ayudarme a crecer en sabiduría y carácter? ¿Qué necesito cambiar en mi enfoque para obtener mejores resultados? la próxima vez. Esta perspectiva transforma el fracaso de una experiencia devastadora a una experiencia educativa. Te permite recuperarte más rápido, aprender más profundamente y abordar futuros desafíos con más sabiduría y confianza. Pero también quiero advertirte sobre algo. Mientras desarrollas esta nueva manera de vivir, mientras aprendes a confiar en Dios en lugar de preocuparte por todo, algunas personas en tu vida van a resistirse a estos cambios. Van a extrañar al viejo tú, que era predecible en sus patrones de ansiedad y control. Van a sentirse incómodos con tu nueva paz y confianza porque les va a hacer cuestionar sus propios patrones. Algunas personas van a interpretar tu tranquilidad como indiferencia, van a interpretar tu confianza como arrogancia. Van a interpretar tu negativa a participar en dramáticas conversaciones de preocupación como falta de cuidado. Y van a presionarte conscientemente o inconscientemente para que regreses a los viejos patrones que le son familiares. Es crucial que estés preparado para esta resistencia. Es crucial que tengas claro en tu mente por qué estás haciendo estos cambios y que permanezcas comprometido con tu crecimiento, incluso cuando otros traten de sabotearlo. Porque si no estás preparado, la presión social puede hacerte regresar a patrones que sabes que no te sirven. Al mismo tiempo, es importante que tengas compasión por las personas que están resistiendo tus cambios. La mayoría de las veces su resistencia viene de su propio miedo e inseguridad, no de malicia. pueden sentir que si tú puedes cambiar y encontrar paz, entonces ellos también podrían cambiar. Y esa posibilidad puede ser aterradora para alguien que se ha identificado con sus patrones de preocupación durante mucho tiempo. Mantente firme en tu crecimiento, pero sé gentil con otros en el proceso. No trates de convertir a nadie o de convencer a otros de que adopten tu nueva manera de vivir. Simplemente vive tu vida como un ejemplo de lo que es posible. Permite que tu paz sea un testimonio silencioso del poder de confiar en Dios. Permite que tu alegría hable más fuerte que cualquier sermón que podrías dar y mantente abierto a la posibilidad de que tu transformación inspire a otros a buscar su propia transformación. Pero no hagas que su cambio sea una condición para tu felicidad. Cambia porque es lo correcto para ti, no porque esperas que otros cambien también. Ahora quiero hablarte sobre el papel de la identidad en todo este proceso. Muchas de las luchas que experimentamos en la vida vienen de confusión sobre quiénes somos realmente. Vivimos en una cultura que nos enseña a definir nuestra identidad por nuestros roles, nuestros logros, nuestras posesiones, nuestras relaciones o nuestros problemas. nos identificamos como el exitoso, el fracasado, el fuerte, el débil, la víctima, el rescatador, el preocupado, el controlador. Y una vez que adoptamos estas identidades, tendemos a actuar de maneras que las confirmen, incluso cuando esos comportamientos no nos sirven. Si te identificas como alguien que se preocupa por todo, vas a buscar cosas de las que preocuparte para mantener esa identidad. Si te identificas como alguien que tiene que controlar todo, vas a resistir situaciones que requieren que sueltes el control. Si te identificas como alguien que siempre lucha, vas a crear o buscar luchas para mantener esa narrativa sobre ti mismo. Pero aquí está la verdad transformadora. Tu identidad más profunda no está en ninguno de estos roles temporales. Tu identidad más profunda está en ser hijo o hija de Dios. Eres amado incondicionalmente. Eres valioso independientemente de tus logros o fracasos. Tienes un propósito único que solo tú puedes cumplir. Tienes acceso a sabiduría y fuerza infinitas. Cuando anclas tu identidad en esta verdad, todo cambia. Ya no necesitas probar tu valor a través de logros externos. Ya no necesitas controlar cada resultado para sentirte seguro. Ya no necesitas preocuparte constantemente para demostrar que eres responsable. Puedes actuar desde un lugar de suficiencia en lugar de deficiencia. Puedes tomar riesgos porque tu valor no depende de nunca fallar. Puedes ser vulnerable porque tu seguridad no depende de aparecer perfecto. Puedes confiar porque tu bienestar no depende de tu capacidad de controlar cada variable. Pero cambiar tu identidad central requiere más que simplemente decidir creer algo diferente. Requiere que examines todas las maneras en que has estado operando desde una identidad falsa. Requiere que notes cuándo estás actuando para proteger o promover una imagen de ti mismo en lugar de expresar auténticamente quién eres en Dios. requiere que te hagas preguntas difíciles. ¿Cuántas de mis decisiones están motivadas por miedo a lo que otros pensarán? ¿Cuántas de mis preocupaciones están basadas en mi necesidad de controlar mi imagen? ¿Cuánto de mi estrés viene de tratar de ser alguien que no soy para impresionar a personas cuya opinión no debería importarme tanto? Estas son preguntas incómodas, pero son necesarias si quieres vivir desde tu verdadera identidad, en lugar de una identidad fabricada para obtener aprobación o evitar rechazo. Y mientras haces este trabajo interno, es importante que seas paciente y compasivo contigo mismo. Has estado operando desde patrones falsos durante mucho tiempo, no porque seas malo o estúpido, sino porque estabas haciendo lo mejor que podías con la información y las herramientas que tenías en ese momento. Ahora tienes nueva información. Ahora tienes nuevas herramientas. Ahora puedes empezar a vivir de manera diferente, pero el cambio toma tiempo y habrá retrocesos en el proceso. Habrá días cuando regreses a viejos patrones de pensamiento y comportamiento. Cuando eso pase, no lo uses como evidencia de que no puedes cambiar. Úsalo como información sobre áreas que necesitan más atención y práctica. Recuerda, la transformación no es un evento, es un proceso. No es una línea recta hacia arriba, es una espiral ascendente con avances y retrocesos. Pero cada retroceso te enseña algo valioso sobre lo que necesitas para mantener el progreso. Cada desafío te da la oportunidad de practicar nuevas respuestas y fortalecer nuevos músculos emocionales y espirituales. Y mientras navegas este proceso, busca apoyo de personas que entiendan y apoyen tu crecimiento. Rodéate de personas que también están comprometidas con vivir desde principios más elevados. Lee libros que nutran tu mente con verdades empoderadoras. Escucha enseñanzas que fortalezcan tu fe y tu perspectiva, porque la información que consumes regularmente moldea profundamente cómo piensas, sientes y actúas. Si constantemente consumes noticias negativas, entretenimiento tóxico o conversaciones llenas de quejas y negatividad, va a ser mucho más difícil mantener una perspectiva de confianza y esperanza. Pero si intencionalmente alimentas tu mente con contenido que eleva tu perspectiva, que fortalece tu fe, que te inspira a ser la mejor versión de ti mismo, vas a encontrar que mantener nuevos patrones de pensamiento y comportamiento se vuelve más natural y más sostenible. También es crucial que celebres los pequeños avances en el camino. Muchas personas se enfocan tanto en cuán lejos tienen que llegar que no reconocen cuán lejos ya han llegado. Pero reconocer y celebrar el progreso, incluso el progreso pequeño, es esencial para mantener la motivación y la confianza durante el proceso de transformación. ¿Notaste que te preocupaste menos esta semana que la semana pasada? Celébralo. ¿Notaste que respondiste con más paciencia a una situación estresante? Reconócelo. ¿Notaste que confiaste en Dios en una situación donde normalmente habrías tratado de controlar todo? Aprecia ese crecimiento. Estos reconocimientos no son vanidad o autocomplacencia, son combustible para continuar creciendo. Son evidencia de que el cambio es posible y de que ya está sucediendo en tu vida. son recordatorios de que tus esfuerzos están dando fruto, incluso cuando el fruto todavía es pequeño. Y a medida que continúas creciendo en confianza y disminuyendo en preocupación, vas a empezar a notar cambios no solo en cómo te sientes, sino en los resultados que obtienes en tu vida. Vas a tomar mejores decisiones porque no estarás actuando desde miedo. Vas a atraer mejores oportunidades porque tu energía va a ser más positiva y magnética. Vas a construir relaciones más profundas porque vas a estar más presente y menos distraído por ansiedades internas. Vas a ser más creativo y productivo porque tu mente no va a estar gastando energía en preocupaciones improductivas. Vas a tener más energía física porque no vas a estar constantemente en un estado de tensión y estrés. En otras palabras, confiar en Dios no es solo bueno para tu alma, es bueno para tu vida práctica. Es una estrategia inteligente para obtener mejores resultados en todas las áreas que te importan. Pero quiero enfatizar una vez más. El objetivo no es nunca sentir miedo, incertidumbre o desafíos. El objetivo es desarrollar la capacidad de navegar estas experiencias humanas normales con más gracia, sabiduría y paz. El objetivo es no ser controlado por tus emociones, sino ser informado por ellas mientras tomas decisiones desde un lugar de principios sólidos. El objetivo es vivir con lo que yo llamo alerta relajada, estar completamente presente y consciente de lo que está pasando en tu vida, pero no tenso o agitado por ello. Estar preparado para responder apropiadamente a cualquier situación, pero no ansioso sobre situaciones que tal vez nunca ocurran. Esta manera de vivir requiere práctica, pero es completamente alcanzable para cualquier persona dispuesta a hacer el trabajo interno que requiere. No es cuestión de talento especial o de circunstancias perfectas. Es cuestión de decisiones diarias consistentes, de alinear tus pensamientos, emociones y acciones con principios que te sirven en lugar de principios que te limitan. Y recuerda siempre, cada día que vives desde preocupación en lugar de confianza, es un día que no puedes recuperar. Cada oportunidad que pierdes porque el miedo te paralizó es una oportunidad que no va a regresar en la misma forma. Cada relación que sufre porque no puedes estar presente debido a ansiedades internas es una pérdida real en tu experiencia de vida. No estoy diciendo esto para hacer que te sientas culpable por el pasado. Estoy diciendo esto para motivarte a actuar en el presente, porque el presente es todo lo que tienes. El presente es donde está tu poder. El presente es donde puedes tomar decisiones que te lleven hacia la vida que realmente quieres vivir. Entonces, ¿qué vas a decidir ahora mismo? ¿Vas a continuar operando desde los mismos patrones que te han mantenido atrapado en ciclos de preocupación y control? O vas a comprometerte con el proceso de aprender a confiar verdaderamente en Dios y desarrollar la paz interior que viene de esa confianza. La decisión es tuya. Los recursos están disponibles. El poder está esperando ser accedido. Lo único que falta es tu decisión de empezar y tu compromiso de continuar incluso cuando se ponga difícil. Porque aquí está lo que he aprendido después de años de estudiar a personas exitosas y felices. La diferencia entre personas que viven vidas extraordinarias y personas que se quedan atrapadas en mediocridad no está en sus circunstancias de partida. Está en su disposición a hacer consistentemente cosas que otras personas no están dispuestas a hacer. Otras personas no están dispuestas a enfrentar sus miedos. Tú puedes estar dispuesto. Otras personas no están dispuestas a cuestionar sus creencias limitantes. Tú puedes estar dispuesto. Otras personas no están dispuestas a practicar nuevas respuestas cuando las viejas respuestas son más familiares. Tú puedes estar dispuesto. Otras personas no están dispuestas a confiar en Dios cuando confiar se siente riesgoso. Tú puedes estar dispuesto. Otras personas no están dispuestas a hacer el trabajo interno que requiere la transformación auténtica. Tú puedes estar dispuesto. Y si estás dispuesto, si realmente estás dispuesto a hacer lo que se requiere, entonces no hay límite a lo que puedes lograr, experimentar y contribuir en tu vida. No hay límite a la paz que puedes sentir. No hay límite al impacto positivo que puedes tener en otros. No hay límite a la satisfacción que puedes encontrar en vivir alineado con tu propósito más elevado. Pero todo empieza con una decisión. La decisión de dejar de preocuparte por todo y empezar a confiar en Dios. La decisión de cambiar tu enfoque de lo que no puedes controlar a lo que sí puedes controlar. La decisión de buscar seguridad en tu relación con tu creador, en lugar de en tu capacidad de manipular circunstancias externas. Esta decisión no es algo que tomas una vez y ya está. Es algo que tomas cada día, múltiples veces al día, en cada situación que requiere una respuesta de tu parte. Pero cada vez que la tomas, se vuelve más fácil tomarla la próxima vez. Cada vez que eliges confianza sobre preocupación, fortaleces tu capacidad de hacer esa elección consistentemente y eventualmente lo que empezó como una decisión consciente y a veces difícil se convierte en tu respuesta automática. Eventualmente la confianza se vuelve más natural que la preocupación. Eventualmente buscar la guía de Dios se vuelve más instintivo que tratar de figurar todo por ti mismo. Cuando llegues a ese punto, habrás desarrollado lo que considero el activo más valioso que una persona puede tener. Paz mental independiente de circunstancias externas. Habrás desarrollado la capacidad de mantener tu centro emocional y espiritual sin importar qué tormentas puedan estar ocurriendo a tu alrededor. Y esa paz no es solo un lujo personal, es un regalo que ofreces a todos en tu vida. Cuando no estás agitado por ansiedades internas, puedes estar verdaderamente presente para otros. Cuando no estás constantemente preocupado por tu propia seguridad, puede ser generoso con tu tiempo, atención y recursos. Cuando confías en que Dios está cuidando de ti, puedes enfocarte en cuidar a otros. Esta es la paradoja hermosa de confiar en Dios. Cuando dejas de estar centrado en ti mismo de manera ansiosa, puedes estar centrado en otros de manera amorosa. Cuando dejas de preocuparte por obtener lo que necesitas, puedes enfocarte en dar lo que otros necesitan. Cuando dejas de vivir desde escasez, puedes vivir desde abundancia. Y esa abundancia no es necesariamente material, aunque a menudo incluye provisión material. Esa abundancia de propósito, de significado, de conexión, de alegría, de paz. Es la experiencia de vivir desde tus valores más profundos en lugar de tus miedos más superficiales. Es la experiencia de saber que tu vida importa, que tienes algo único que contribuir, que estás exactamente donde necesitas estar para cumplir el propósito para el cual fuiste creado. Es la experiencia de estar en sociedad con el poder más grande del universo, en lugar de tratar de navegar la vida solo con tus recursos limitados. Esta experiencia está disponible para ti. No es reservada para personas especiales o para quienes han tenido vidas perfectas. Es disponible para cualquier persona dispuesta a hacer el trabajo interno que requiere. Es disponible para ti ahora mismo, hoy, en este momento. Si estás dispuesto a tomar la decisión de empezar, entonces mi pregunta final para ti es esta, ¿qué vas a hacer con esta información? ¿Vas a tratarla como entretenimiento interesante que escuchaste un día y luego olvidaste? O vas a tratarla como la invitación que es una invitación a transformar tu experiencia de vida de manera fundamental. La elección es completamente tuya. Nadie puede hacerla por ti. Nadie puede forzarte a cambiar, pero también nadie puede impedirte cambiar si realmente estás decidido a hacerlo. Mi esperanza es que elijas el crecimiento. Mi esperanza es que elijas la confianza. Mi esperanza es que elijas vivir desde tu identidad más elevada en lugar de desde tus miedos más bajos. Mi esperanza es que experimentes la paz, la alegría y el propósito que vienen de confiar verdaderamente en Dios. Y mi esperanza es que cuando experimentes esa transformación te conviertas en un ejemplo e inspiración para otros que están luchando con las mismas preocupaciones y ansiedades que una vez te controlaron a ti. Porque el mundo necesita más personas que vivan desde confianza en lugar de miedo, desde abundancia en lugar de escasez, desde amor en lugar de preocupación. El mundo te necesita operando desde tu potencial más elevado. Tu familia te necesita haciendo la mejor versión de ti mismo. Tu trabajo te necesita contribuyendo desde un lugar de creatividad y propósito en lugar de supervivencia y ansiedad. Tú mereces experimentar la vida que Dios diseñó para ti. Una vida de propósito, significado, conexión profunda, contribución valiosa y, sobre todo, paz, que no depende de que todo salga exactamente como tú lo planeaste. Esa vida está esperándote. Los primeros pasos hacia esa vida pueden empezar hoy mismo. De hecho, pueden empezar ahora mismo. Con la próxima decisión que tomes, con la próxima respuesta que elijas, con la próxima vez que enfrentes una situación donde puedes elegir entre preocupación y confianza, elige sabiamente. tu futuro yo te agradecerá por la decisión que tomes hoy.


FUENTE

Mentalidad Tracy